GOBIERNO NO DEMOCRÁTICO (II): LAS ÉLITES Y LA MALDICIÓN DE LOS RECURSOS, por Fernando M. García Nieto

MugabeEn las sociedades extremadamente desiguales, quienes monopolizan el poder económico muy probablemente también monopolizan el poder político, esto es así, aunque haya diferencias muy marcadas entre los niveles de desigualdad económica de los diversos países no democráticos. Si comparamos la actual China con el Zimbabue de Robert Mugabe podremos apreciar esta diferencia.


Las élites gobernantes se muestran menos dispuestas a compartir el poder cuando ello les supone perder sus oportunidades económicas. Cuando se da ese caso el estado se convierte en un instrumento para desviar recursos y mantener el control de la riqueza nacional. Y la amenaza de una revolución con el consiguiente cambio de las élites puede hacer improbable que estos sistemas políticos proporcionen un mínimo de participación, competencia y libertades políticas a sus ciudadanos.


Una variante de este argumento es la teoría conocida como “la maldición de los recursos”. Los recursos naturales pueden constituir una fuente de gran riqueza, entonces, ¿por qué tantos países ricos en recursos son subdesarrollados o no democráticos? La respuesta está en esa misma riqueza, porque la abundancia de recursos naturales puede constituir un obstáculo para la democratización.


En esos países los recursos del subsuelo proporcionan a los líderes políticos la riqueza necesaria para mantener y administrar el estado sin necesidad de cobrar impuestos. Quienes ostentan el poder no necesitan proporcionar a los ciudadanos la contraprestación de la representación y la participación política a cambio de impuestos. Como no necesitan cobrárselos a la gente, piensan que pueden desatender en la práctica las demandas políticas de esa misma gente.


Pero es peor aún. La abundancia de recursos naturales puede llegar a obstaculizar el desarrollo de una economía moderna y de una clase media fuerte, porque ambas cosas no interesan a quienes tienen el poder y de hecho son una amenaza para su posición de dominio. Como ya dijimos en otro artículo, sin clase media no hay democracia. Y de este modo la riqueza termina extremadamente concentrada en manos de quienes ejercen el gobierno. Y como los recursos naturales no son trasladables porque están integrados en la tierra, los que mandan saben que si renuncian al poder, no podrán llevarse consigo esos activos.


En tales condiciones el gobierno no democrático es capaz de auto subvencionarse eficazmente siempre que los recursos duren y sean demandados en el Mercado global. Petróleo, diamantes, madera, metales, tierras raras, etc. son ejemplos de “la maldición de los recursos”. Si estos recursos tan importantes y codiciados se encuentran antes de que un país se democratice, esa nación tendrá graves dificultades para la apertura democrática. Pongamos un ejemplo de todo esto.


Zimbabue es un país fallido pese a su gran potencial. Ha experimentado un largo periodo de mala gestión gubernamental y declive económico, alcanzando la tasa de inflación más alta del mundo en 2008 con un 230.000.000 %. Sin embargo, mientras el país afrontaba tan graves dificultades económicas, el presidente Mugabe seguía manteniéndose en el cargo desde 1980. Finalmente sería derrocado en 2017 por un golpe de estado a manos de su propio partido, la Unión Nacional Africana de Zimbabue- Frente Patriótico. ¿Cómo pudieron mantenerse en el poder Mugabe y su partido en un entorno de tanta tensión y ruina?


La respuesta esta en los yacimientos diamantíferos de la región de Marange, que no empezaron a explotarse hasta 2006. Fueron nacionalizados, lo que proporcionó al estado la oportunidad de obtener cientos de millones de dólares. Estos recursos deberían haber constituido un salvavidas para Zimbabue, pero la mayoría de este dinero sirvió para financiar un gobierno paralelo. Los derechos de extracción y las empresas quedaron en manos de la Organización Central de Inteligencia de Zimbabue, una policía secreta leal a Mugabe, y altos cargos del Ministerio de Defensa, de las fuerzas armadas y de la policía.


Esos ingresos insuflaron vida al partido gobernante y las instituciones de seguridad que controlaba. Los fondos se destinaron a financiar el bloqueo de los medios de comunicación independientes, ejercer la coacción sobre la oposición, y sobornar a determinados individuos y líderes tribales para garantizarse apoyos en las elecciones. La riqueza diamantífera trajo nuevas oportunidades de corrupción dentro del aparato del estado y el propio gobierno. Se convirtió en un desincentivo para dejar el gobierno en manos de la oposición, en una maldición para el país.

 

Fernando M. García Nieto

GOBIERNO NO DEMOCRÁTICO (I)

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