La conjura de los necios, por Pepe Morales

la conjura de los neciosLeer es abrir las ventanas del individuo a ventestate para que el aire fresco y los rayos del sol oreen la razón y oxigenen los sentimientos. Por las ventanas entran y salen imágenes, olores y sonidos, entablando un diálogo imprescindible para armonizar el mundo interior con el exterior. Durante la noche, por las ventanas abiertas de la imaginación, entran y salen sueños, fantasías, quimeras, ilusiones, fantasmagorías, alucinaciones, delirios y pesadillas. Cerrar las ventanas alimenta la confusión del día con la noche, de la realidad con el deseo.


Hay ejemplos en la literatura de autores, obras y personajes capaces de marcar al lector de manera que quedan grabados en el imaginario colectivo y sirven de significante para definir ideas complejas: Edipo, Otelo, Don Quijote, Kafka, el esperpento… Y hay obras de las que queda el título y algún personaje, náufragos en la memoria, que se usan con fines diferentes a los de la trama argumental y la intención del autor. Estos títulos te asaltan de pronto, un día, una noche cualquiera, y se adhieren a la actualidad como una lapa resistiendo al oleaje.


Quedan lejanos, apenas unas sombras desdibujadas en la penumbra literaria, el argumento, el nombre del personaje Ignatius J. Reilly y el de su creador John Kennedy Toole. Empero, el título ha saltado como un felino cazador a la vista del desfile de personajes que en los últimos años asoman por las ventanas mediáticas y tienen un reflejo directo en las personas que nos rodean, en sus formas de vestir, de hablar o de maltratar su imagen o, lo peor de todo, en las urnas. Hay pocas dudas de que el mundo asiste a “La conjura de los necios”.


Se considera “necio/a” a toda persona ignorante que no sabe lo que podía o debía saber, pero también caben en el epíteto quienes por voluntad propia o por influencia de terceros se resisten a saber, reniegan de la razón y combaten a la ciencia. Estos últimos, además de necios, son peligrosos, numerosos y, en los últimos tiempos, orgullosos de su necedad. Cabe la duda de si necios del calibre de Trump, Ayuso, Abascal o Feijóo (no hay más que oír sus discursos) son un recurso para que se identifique con ellos el necio y captar su voto.


La necedad es contagiosa. Escoja usted a cualquier, influencer, futbolista o reguetonero y verá clonados sus ropajes, tatuajes, pelados, botox, pestañas, uñas, tintes, maneras y jerga en cualquier hijo/a de vecino de su ciudad, pueblo o aldea. Escoja a cualquier político de los antes mencionados y se reirá, a la vez que sentirá pavor ante su miseria intelectual, nocivo vocabulario, deficiencia oratoria y ausencia de empatía. Todos ellos se han conjurado para asaltar el poder gracias al postureo y la necedad de la parte de la población reacia a pensar.


Renunciar a un pensamiento propio, ignorar el pensamiento crítico y rechazar el diálogo es cerrar las ventanas desde dentro, crear un ambiente lúgubre y tóxico que acabará como todas las experiencias de pensamiento único que en el mundo han sido. El primer paso es el acoso y derribo al diferente y a la diversidad, como está sucediendo con las mujeres, el colectivo LGTBI, la migración y con quien no comulgue sus ruedas de molino. El siguiente paso, próximo y ensayado, será dar cuenta de los votantes necios que los han legitimado.


En tiempos de oscuridad como estos, conviene la lectura para que el aire fresco fluya en las ideas, para entablar un diálogo con el mundo interior y con el exterior, para priorizar sueños, fantasías, quimeras, ilusiones, fantasmagorías y alucinaciones sobre delirios y pesadillas como las que amenazan hoy a España, a Europa y al mundo. Conviene abrir las ventanas para evitar la confusión del día con la noche, de la realidad con el deseo. Es recomendable la lectura de “La conjura de los necios” de John Kennedy Toole. No lo compre en Amazon.

Pepe Morales

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