El político como custodio del orden: una crítica conservadora al poder estatal, por Fernando Manuel García Nieto

Designer 3En una época marcada por la expansión del Estado y la creciente tecnificación de la política, la tradición conservadora ofrece una advertencia que merece ser escuchada: el político no debe ser un ingeniero social, sino un guardián del orden moral y cultural que sostiene la vida colectiva.


¿Gobernar o rediseñar la sociedad?

Desde la perspectiva conservadora, el papel del político no consiste en transformar la sociedad según modelos abstractos o promesas de progreso, sino en preservar las instituciones que han dado forma a la convivencia durante generaciones. La familia, la comunidad, la religión y la moral compartida no son obstáculos al desarrollo, sino pilares de estabilidad. Cuando el Estado pretende sustituirlas, lo que se pone en riesgo no es solo la tradición, sino la cohesión social misma.


El peligro de la demagogia

La democracia de masas, lejos de ser garantía de virtud cívica, puede convertirse en terreno fértil para la demagogia. El político que busca votos a toda costa tiende a ofrecer beneficios inmediatos, debilitando la autoridad y fomentando el clientelismo. En lugar de liderar con principios, se convierte en gestor de demandas, erosionando las jerarquías naturales que han sostenido el orden social.


Un Estado neutral, ¿una ciudadanía sin brújula?

El Estado moderno, al presentarse como neutral en cuestiones morales, promueve la igualdad formal y la autonomía individual. Pero esta neutralidad tiene un precio: el relativismo ético. Cuando los políticos evitan tomar partido en asuntos morales, dejan a la ciudadanía sin referentes sólidos. La virtud cívica no se cultiva en el vacío, sino en el marco de valores compartidos que requieren compromiso y orientación.


Instituciones intermedias: el tejido que se deshilacha

La expansión del Estado hacia ámbitos que antes correspondían a instituciones intermedias —como la familia, la iglesia o la comunidad local— provoca una desintegración silenciosa del tejido social. Lo que se pierde no es solo funcionalidad, sino sentido. La responsabilidad individual se diluye, y con ella, la capacidad de las personas para sostener vínculos duraderos y asumir compromisos colectivos.


Replantear los límites del poder político

La crítica conservadora no propone volver atrás ni negar la necesidad del Estado. Lo que plantea es una pregunta esencial: ¿hasta dónde debe llegar el poder político? En lugar de políticos que prometen rediseñar el mundo, necesitamos figuras públicas que comprendan los límites del poder y defiendan las tradiciones que dan sentido a la vida en común.

Fernando Manuel García Nieto

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