¿A quién sirven los políticos? Una crítica radical al papel del Estado, por Fernando Manuel García Nieto
Cuando hablamos del Estado y de quienes lo gestionan, solemos imaginar un espacio neutral, donde los políticos trabajan por el bien común. Pero desde una perspectiva más crítica —y radical— esa imagen se tambalea. El Estado no es un árbitro imparcial, sino un terreno de disputa entre intereses sociales, y los políticos no siempre están del lado de la mayoría.
¿Instrumentos del capital?
En muchas ocasiones, los políticos parecen actuar como engranajes de un sistema que favorece a las élites económicas. Se encargan de financiar infraestructuras, servicios y subsidios con dinero público, mientras los beneficios acaban en manos privadas. Las campañas electorales, los lobbies y los grupos de presión aseguran que las decisiones se alineen con los intereses del capital, aunque se mantenga una apariencia democrática.
¿Gestores atrapados por el sistema?
Incluso sin una influencia directa, el propio funcionamiento del sistema económico empuja a los políticos a tomar decisiones que benefician al capital. La necesidad de atraer inversiones, evitar la fuga de empresas o mantener la “confianza de los mercados” hace que, muchas veces, se dejen de lado las demandas sociales. Aunque haya voluntad de cambio, el margen de maniobra es estrecho.
¿Actores en disputa?
Pero no todo está perdido. Desde la teoría de la lucha de clases, se plantea que los políticos pueden representar intereses distintos según la presión social. Si la ciudadanía se organiza y exige, pueden lograrse avances: reformas laborales, políticas redistributivas, mejoras sociales. Eso sí, muchas veces estas concesiones son tácticas para calmar las aguas y mantener el sistema funcionando.
Esta mirada crítica nos invita a cuestionar la idea de que la democracia liberal garantiza una representación justa. Los políticos operan en un entorno condicionado por el capital, y eso limita su capacidad de actuar por el bien común. Pensar en nuevas formas de participación, más allá de las instituciones tradicionales, puede ser clave para construir una política realmente al servicio de la gente.
Fernando Manuel García Nieto
