Con Franco se vivía “mejor”, por Juan Priego

francisco francoDías pasados en 24h, veía y escuchaba en el programa de Fortes al señor J. Fernández, historiador y militar en la reserva, que recordaba a muchos españoles como Franco, del 1939 al 1948 (la guerra había terminado el 1 de abril de 1939), fusiló a 40.000 españoles y hoy la mayoría, todavía siguen perdidos en zanjas por toda España y sin identificar.


Esto no lo estaba diciendo ningún “rojo” enardecido por haber perdido la guerra, sino uno de los que la habían ganado precisamente. Fue un genocidio flagrante, en un intento de eliminar al que pensaba diferente y que demostraba simplemente, que el odio anidaba en los que habían ganado y no en los perdedores. Ese odio, lo podemos ver presente en sus descendientes políticos y se puede observar en el “talante democrático” de éstos, que solo aceptan la democracia cuando ellos ostentan el poder.


Para no reventar como el buey de La Mezquita, echaré mano del tan socorrido sentido del humor, para seguir con mis reflexiones al respecto de esos cincuenta años de la muerte del dictador:


Aunque parezca mentira hoy en día todavía hay muchas señoras “de Bien” y muchas que no tienen bienes, pero qué ya quisieran tenerlos, que dicen que con Franco se vivía mejor.


Cuando escucho esto, siempre me acuerdo de mi querida abuela materna María, que para mí y para mi numerosa familia era una de las mejores personas que
te podías encontrar y sin duda alguna, la más paciente y divertida para entretener a los niños pequeños. De hecho, tuvo la valentía de plantarse solita a sus 67 años desde Córdoba hasta la puerta de nuestra vivienda en Düsseldorf (Alemania) y la primera vez que salía de Andalucía, para cuidar a sus tres biznietos bebés. Ella representaba la manera de vivir de aquellos años de guerra civil y de posguerra en la España de Franco.


Viuda de guerra, había quedado el día que mataron a su marido y se quedó sola, con las cinco pesetas que le dejaba éste cada mañana para ella y su hija pequeña
(mi madre), por lo que tuvo que ponerse a trabajar de cocinera con unos ricos señores del pueblo.


Trabajaba por la comida y un jergón de farfolla arriba en el desván del tejado para ella y su hijita y comían en la cocina de lo que les quedaba a los señores y podían darse con un canto en los dientes, porque seguramente que estaban mejor que la gran mayoría de mujeres en aquellos tiempos.


Recuerdo perfectamente que, de pequeño, mis padres me llevaban a verla cada vez que iban al pueblo y que, a pesar de que ella era la ama de llaves, cuando quería darme un huevo como alimento, para que no lo notaran, le hacía dos agujeros y tenía que sorberlo. Siempre que iba a ver a mi abuela, la “señora madre” me preguntaba si iba a misa y ya con doce años, mi abuela me dijo que los señores estaban dispuestos a pagarme los estudios de cura y yo le pregunté si podía ser de ingeniero. El tema se quedó aparcado…


Tenían a mi abuela para la cocina y también a su hermana viuda con sus dos hijas, que al igual que mi abuela dormían en un jergón en el desván y otra señora
para la costura y yo me asustaba cuando veía a la señora paseando por la gran casa en penumbra por la mañana o en la siesta, rezando el rosario con todas las
criadas, mientras ellas iban trabajando.


El señor tenía su consulta médica en el gran portalón de la mansión, en la que tenían un laboratorio, una gran bodega donde pisaban la uva, grandes tinajas de vino y los corrales para las gallinas, los caballos y también los carruajes para ir los señores a su cortijo (yo también fui alguna vez).


Nunca olvidaré que, ya con diecisiete años y habiendo fichado por el Atlético Cordobés fui a jugar contra el equipo del pueblo. Mi primo era el portero local y pude marcarle un golazo nada más empezar el partido y también recuerdo que el día anterior, un hombre se había colgado en el larguero de la portería.


Después del partido, paseábamos por el parque con las niñas de bien entusiasmadas con nosotros los futbolistas cordobeses, hasta que apareció mi abuela con su delantal para recordarme que no perdiera el autocar. ¡Lógicamente se le acabó el rollo al nieto de mi abuela! ¡Hoy me parto de la risa, pero entonces me supo a cuerno quemado!


Naturalmente nadie cotizó por ella ni un duro, aunque terminó siendo para los hijos y algunos nietos de los “señores” la “querida tata”. ¡Qué “bodiiiiito” y qué
tierno!


Bueno amigos, a continuación, una corta semblanza de aquellos tiempos de Franco en los que “Ellos” vivían como los curas:


Con Franco se vivía “mejor”
Con Franco se vivía mejor,
dicen algunas “señoras”
sin miedo a que un malhechor
les diera un susto a deshoras.


Todo era más tranquilo
sin tantas preocupaciones,
sin el alma siempre en vilo…
¡Sus curas, sus confesiones!


Mucho lujo estrafalario
con muy pocos “aranceles”,
mientras sufrían el calvario
muchos “hombres” y “mujeres”.


“Ellas” vivían tan holgadas
cuidadas por sus señores,
con un montón de criadas
para hacerles las labores.


Y qué tranquila que estaba
en su mansión la señora…
¡Y con sus chachas rezaba
sus rosarios de la aurora!


Pero, si hoy alguien reclama
con la Iglesia hemos topado,
llaman al Víctor de Aldama…
y éste, ¡acude al juez Peinado!

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Juan Priego

enero 2025
 

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