Casamiento y mortaja del cielo bajan, por Juan Priego

casamiento mortajaEste viejo refrán, que ya sólo lo usan los muy mayores y, seguramente desconocido por los jóvenes, señala lo poco que sirven los propósitos humanos cuando se trata del casamiento o de la muerte.


Allá por el 1962, en el que habría de cumplir los 19 años, vivía en Dusseldorf (Alemania), con mis padres, mi único hermano y un vecino, casi familia, que se había apuntado para aquella aventura de ser emigrantes.


Mi padre (Empleado ferroviario), que había cometido la imprudencia de pedir excedencia en la RENFE, sin apañar los papeles para emigrar legalmente a Alemania, lo hizo para evitar mi irrenunciable decisión de emigrar solo y lo pasó realmente muy mal, hasta qué finalmente a los dos o tres meses, conseguíamos que en la primera Fábrica en la que estábamos trabajando sin papeles, nos arreglaran el permiso de trabajo para toda la familia.


A los dos años, mis padres habían ahorrado para comprarse un piso y volvían a España para que mi padre se incorporase de nuevo en la RENFE. Allá quedábamos los jóvenes emancipados, viviendo a tope la gran “aventura”, y empezando a valorar de verdad, lo que era una buena madre, pero con mucha fuerza y decisión para seguir adelante y disfrutando a tope aquella juventud alucinante.


Hice muy buenos amigos (casi hermanos de emigración) y el baile, el trabajo y el fútbol ocupaban todo mi tiempo. Todos los fines de semana, acudía al centro español, donde encontraba chavalas españolas y alemanas que simpatizaban con lo español, para bailar con orquesta hasta la madrugada


Un sábado escuchaba a dos chicas alemanas, una rubia y otra morena, charlando en la antesala, y quedé prendado de la morena. Rápido pedí ayuda a un amigo para que sacara a bailar a la rubia, mientras yo sacaba a la morena y cuando estábamos bailando, descubrí que era española y de Barcelona.


Me sentí muy avergonzado de lo mal que yo hablaba alemán, comparado con aquella chica que hablaba como una alemana nativa y al día siguiente, me apunté en una escuela nocturna para aprender a hablar y escribir alemán correctamente, que fue vital para mi trabajo en una empresa en la que estuve ocho de los diez años que pasé en Alemania y donde me dieron el título de Walzmeiter (Maestro en perfiles metálicos).


Esa chica con 20 años fue la madre de nuestros tres primeros hijos en Dusseldorf y un cuarto hijo (hija) a nuestra vuelta en España y desde entonces, nos ha cuidado a los cinco y hoy, que ya somos mayores, la cuido yo a ella, intentando emularla en una mínima parte de cómo lo hizo ella durante tantos años.


A continuación, un canto a los refranes, para resaltar que son un entrañable legado de nuestros mayores y nunca deberíamos olvidarlos:


Los refranes
Los refranes son reflexiones
que ya tienen “más de un año
para aclarar las cuestiones,
que hacían gentes de antaño.


Siguen teniendo sentido,
encierran mucha verdad
y no caen en el olvido
a los mayores de edad.

Cada cual conoce alguno
hay muchos por recordar
no te olvides de ninguno
por si los quieres usar.


Yo suelo pensar en ellos
para cualquier pensamiento
los hay más y menos bellos…
¡Que no se los lleve el viento!

…………….


 Juan Priego
febrero 2025

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