Bailar es La Medicina, por Juan Priego

Seguramente que, cualquiera que lea esto, estará de acuerdo en que el baile es una actividad sana tanto para el cuerpo, como para la mente y algo especial para los humanos, que nos diferenciamos de cualquier otro animal de la creación, no ya sólo por la actividad en sí mismo, sino por la emoción asociada mientras la ejercemos y la disfrutamos.

Yo he podido comprobar en varios casos, cómo amigos que jamás se habían atrevido a bailar, se convencieron, se animaron a practicar el baile y uno de ellos, ensayando y disfrutando mientras lo hacía llegó a competir con éxito en los campeonatos europeos de baile que se celebraban anualmente en Torremolinos y tengo otro amigo que va camino de lo mismo, mientras que está disfrutando como un niño cada vez que se pone a bailar casi a diario.

En mi caso tuve la suerte de empezar a bailar de muy niño y nunca he dejado hacerlo y de disfrutar mientras lo hago. He aquí una pincelada de este bonito recorrido, que más parece un cuento verídico:

Transcurría la década de los 50/60 y aún no había cumplido los 14, cuando se despertaba mi afición por el baile y aún recuerdo perfectamente que revoloteaba alrededor de unos jóvenes vecinos del apartado barrio de Los Olivos en Córdoba La Sultana, que habían organizado un baile en el patio de aquella Taberna Galán, que después se convertiría en la famosa Gamba de oro.

Miraba fascinado cómo ellas y ellos podían ir tan juntos, girando por aquel lindo patio con flores al son de aquellas bonitas canciones que mi madre ponía en la radio cada día, y enseguida notaba que a ellas no les importaba bailar conmigo, un pequeñajo que enseguida había aprendido a dar dos pasos a un lado y uno al otro. Es más, lo preferían porque bailando conmigo nadie podía murmurar de ellas.

¡Ya me parecía horrible aquello de murmurar! Pero yo tan campante y disfrutando de bailar abrazado… ¡Con muchachas mayores con tetas!

Enseguida convencí a mi madre para que, a los 15 años me comprara un “Pikup” (se ve que ya entonces era más terco que una mula), para yo poder organizar bailes por los patios del barrio con los amigos de mi edad.

Desde aquellos años fue a más mi pasión por el baile y en las Convenciones anuales de mi Empresa, una multinacional con 60 delegaciones en España, me conocían por “el cordobés de los pasodobles” y también en Málaga, bailando con mi comadre Charo en las bodas de sus hijos, me pusieron el mismo apodo.

Después de esta breve semblanza de mi afición por el baile no me queda mejor salida, que mostrar a continuación dos reflexiones que pude retratar con palabras, tan solo hace unos años:

El Baile y la Escritura

Bailar es un sentimiento
que cuando bailo lo vivo
y si tengo un pensamiento
soy feliz cuando lo escribo.

Si soy feliz cuando bailo
y lo soy cuando yo escribo
ya no tengo que dudarlo
si es que así yo lo percibo.

Y es que bailar y escribir
pueden andar de la mano
pues te ayudan a vivir
y te hacen más cercano.

Quiero bailar un bolero
pasodoble o sevillanas
y también escribir quiero
al empezar las mañanas.

El bailar te va animando
el escribir te da calma
yo los dos voy combinando
y así se me alegra el alma.

Seguiré siempre escribiendo
y bailaré cuando encarte
que mientras vamos viviendo
lo que es lindo se comparte.
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Bailar es la medicina

Me gusta bailar con ella,
el baile es pura armonía
y mientras que voy girando,
me emborracho de alegría.

La música es lo más bello,
mientras que bailas te envuelve
y si el ritmo te ilusiona,
la tristeza se disuelve.

Bailar, se aprende bailando
sí practicas cada día
y cuando coges el ritmo,
se desborda tu alegría.

Amigos seguid bailando
no dejarlo para luego,
ya veréis como notáis,
que es el más bonito juego.

Bailar, es la medicina,
el cuerpo la necesita,
la mente te lo agradece
y el ánimo resucita.

La música te libera,
la mente rejuvenece,
juegan con la fantasía
y la alegría aparece.

Yo quiero seguir bailando
sin importarme la edad,
la música está conmigo…
¡Ésa, es la pura verdad!
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Juan Priego

octubre 2024